domingo, 28 de noviembre de 2010

Las doce y lluvia

«Eran las doce y lluvia de la noche aguada», así comienza el poema Luz en la noche de Ramón Irigoyen, incluido en el libro «Cielos e inviernos», Ed. Hiperión.

Buscar un título para un blog que no sé cómo va a evolucionar ha sido una tarea que, aunque parezca una banalidad, me ha tenido intranquilo varios días. Ayer, una amiga (de humor inteligente, perpicaz y socarrón) me decía: «busca un verso de algún poeta que te guste». No mostré una especial afinidad por la propuesta, la consideré muy socorrida y extendida. Sin embargo, tras un revuelto de boletus y otros hongos a la manzanilla, cocinado por uno mismo, recordé que Irigoyen es un maestro de combinaciones imposibles. Me puse a releer, es lo bueno de tener profanados los libros de poesía con carboncillos y lápices de colores cuando la memoria es una malnacida: despanzurrándome de tierra, vulgo pierdepueblos, parque sin dientes, cenar cielo, la noche se fue de vacaciones, el amor Sagasta... y surgió.

«Las doce y lluvia» resume perfectamente lo que busco. Aunque escribo a cualquier hora, en cualquier lugar, suele ser a partir de media noche cuando me siento y analizo inconscientemente lo que ronda mi sustancia gris. Y dejo a mis dedos en una miasma de libre albedrío, movidos por no sé qué fuerza interior, tecleando sin director ni partitura. A veces me sorprendo, porque veo en el monitor algo que no sabía que estaba dentro de mí. Es como si los pensamientos siguieran el camino directo desde el cerebro hacia las zonas digitales, sin pasar por la razón.

Lluvia, una palabra que dice tanto. La lluvia es el llanto que todos necesitan. Por eso son tristes las tardes de otoño, necesitamos la tristeza, es el motor de la superación. Como suelo decir, quien esté libre de toda melancolía que tire el primer recuerdo. No son tiempos para estar desperdiciando melancolías, cuando ellas llaman a la puerta debemos dejarlas pasar, con un gesto de respeto a la antigua usanza. Incluso abrazarlas, dejarlas hablar sin demora y, por supuesto, fotografiarlas en forma de palabras.

Me comentaba aquella chica de humor afilado que a ella le encantaba el título del poema de Montero, Aunque tú no lo sepas. Un título que no sólo ha servido de inspiración al cantautor Quique González sino que ha supuesto el rótulo en el cartel de una película dirigida por Juan Vicente Córdoba. La idea de fondo es interesante, pues se pretende escribir cosas que tú no sabes, ni yo mismo sé.

Estratos y visiones, fogonazos, latigazos dadaistas, estertores, pataletas, rizos y antisecretos. Pensamientos que no tienen cabida en mi blog Ciencia en el XXI. Estás ante un quejatorio. Has encontrado el sitio para escupir.

No preguntes. Lee. No cuestiones. Escribe. No sonrías. Identifícate.

Suspira.

Aunque tú no lo sepas, este soy yo.



NB: Gracias por todas las propuestas vía twitter. Las más graciosa, la de Sergio Palacios: Blancaprosa y los siete versitos. En breve, concurso de banner.

NB: La imagen de fondo (arriba, a la derecha) no está elegida al azar. No quieras conocerme, sólo espera un 10%, como decía la protagonista de Mi vida sin mí. Fotografía tomada en las playas de Liverpool, en agosto de 2010.

4 comentarios:

Sophie dijo...

Me alegro muchísimo por tí y por el blog, Eugenio, va a ser un buen punto de desahogo para tus neuronillas y una forma de explotar una faceta tuya muy diferente a la científica. Ánimo y que la cosa vaya bien con este blog :)

Eugenio Manuel dijo...

¡Sophie!, que has estrenado los comentarios. Gracias por los ánimos. Aquí es donde me voy a cagar en todo lo cagable.

Gon dijo...

Nuevas coincidencias... La chica con ese sentido del humor tan especial estuvo hablando conmigo a consecuencia de la canción de Q. G. y la entrada de mi blog.

¡ánimo con el nuevo blog y mucha suerte!

Eugenio Manuel dijo...

Gon, un honor tenerte por aquí. ¡Gracias!